Primera fase (1975 - 1980).
La ofimática de una empresa se
componía de elementos aislados, es decir, un procesador de textos, una hoja de
cálculo, etc. Estos elementos no tenían interrelación entre sí, la formación
era muy costosa y la interfaz con el usuario árida. Esta incipiente ofimática
estaba soportada por grandes ordenadores corporativos.
Segunda fase (1980 - 1990).
Irrumpen los paquetes integrados,
conjuntos de herramientas que daban solución a la mayoría de las
funcionalidades normalmente requeridas. Presentaban el inconveniente de tener
que adquirir todo el paquete aunque se necesitase únicamente una o dos funciones
del mismo y sobre todo, la formación no sólo era imprescindible, sino costosa.
La interfaz de usuario seguía siendo orientada a carácter.
La ofimática en este punto sigue
teniendo una importancia de segundo orden frente a aplicaciones de mayor
entidad dentro de la empresa, éstas aplicaciones estaban centralizadas en un
gran ordenador central del que dependían terminales sin capacidad de proceso.
En los últimos años 80, como
consecuencia de la experiencia adquirida por los fabricantes del sector
informático y debido al cambio de estrategia de éstos hacia la fabricación de
productos para PC’s, se abaratan los costes y aumentan las prestaciones tanto
en soporte físico como lógico de forma espectacular.
Tercera fase (a partir de 1990).
La ofimática moderna, está apoyada
por PC’s con alta capacidad de proceso, monitores en color y soporte lógico
desarrollado con nuevas tecnologías de programación orientada a objetos (OOP).
A estos factores hay que añadir el auge experimentado por las diferentes
comunicaciones y a la creciente utilización de redes locales de PC’s.
El equipo lógico se compone de
paquetes modulares con una completa interrelación entre sí, productos que
comparten información y procesos, pudiéndose adquirir únicamente lo que se
necesita.
Aparecen nuevos estándares de
interfaz gráfica de usuario que permiten reducir el tiempo de formación de
usuarios al mínimo y surge el concepto de "Trabajo en Grupo".
La información fluye a través de las
redes de área local y es compartida por todos los miembros de un grupo de
trabajo que no tienen que estar necesariamente en un mismo edificio. Esta
capacidad tecnológica de hacer "circular" la información sin la
necesidad de tener un soporte en papel lleva a pensar en el futuro: "la
oficina sin papel".
En este punto
surgen las suites como conjunto de aplicaciones que al ser utilizadas
conjuntamente ofrecen ventajas adicionales en cuanto a integración y facilidad
de uso, y cuyos distintos componentes se encuentran también disponibles en el
mercado como productos independientes. La auténtica ventaja de las suites es la
integración: la capacidad de las aplicaciones para compartir datos e
interactuar entre sí de una manera que sería imposible si funcionasen por
separado. Una mayor integración aumenta la productividad. La suite debe incluir
un gestor centralizado que supervise los programas que la componen, y ofrecer
herramientas compartidas para realizar las operaciones más habituales. Todas
las aplicaciones componentes deben poder intercambiar datos de forma
transparente.
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